“Aquesto dixo el ebrio una vegada, aquesto dixo con su voz cansada, aquesto dixo por la madrugada. Yo dello non sé nada”. León de Greiff
Portafolio
jueves, 6 de noviembre de 2025
sábado, 13 de septiembre de 2025
El galerón llanero, patrimonio cultural de la humanidad
En buena hora Unesco declaró los cantos de vaquería de los llanos de Venezuela y Colombia como patrimonio inmaterial de la humanidad. El galerón llanero, que recoge en hermosos versos las rimas consonantes que terminan con la sílaba “ao” tiene, como afirmaba el maestro Guillermo Abadía Morales, la función de arrullar al ganado mientras es conducido por los vaqueros a través de las extensas llanuras cruzadas por el Arauca, el Meta y el Orinoco, que no son ríos Venezolanos ni Colombianos sino llaneros. Porque la frontera en esa inmensidad es una convención inexistente. Es una seguidilla de puntos y rayas en la abstracción de un mapa, innecesaria por demás para los bravos vaqueros que arrean ganado a uno y otro lado sin importar su nacionalidad.
que me tenía contratao:
écheme ese toro ajuera
del espinazo bragao
hijo de la vaca mora
y el toro rabipelao
pa sacarle aquí una suerte
con esta señora al lao.
Al animal me le abrí
con el trapo desdoblao;
le saqué cuarenta lances
y lo dejé arrodillao (...)
Y el mayordomo me dijo:
la luna chorriando sangre
y el mundo todo trocao:
las nubes echando chispas,
los cerros envolcanaos,
las lagunas de parriba
y los ríos evaporaos,
los astros todos regüeltos
y el mesmo Dios asustao
jueves, 4 de septiembre de 2025
Patescaut, fanzine irreverente, artístico y cultural
sábado, 25 de enero de 2025
Por: H. Darío Gómez A.
Ya sea en el Níger que atraviesa Guinea, o en el Congo que encuentra el océano Atlántico al occidente de África, de donde partió para enriquecer nuestra América con su simiente, el negro siempre le ha cantado río. Parece que intuyera con Hesíodo, que para atravesar sus aguas hay que dirigirle una plegaria “con los ojos fijos en sus espléndidas corrientes”, para obtener su generosidad y benevolencia, pero también para aplacar su ira. Y así le canta el negro a los ríos de América, desde Mississippi, pasando por el Caribe, hasta el Paraná, en el sur del continente.
Siempre me llamó la atención, al leer poesía negra (¡ay! las clasificaciones), la íntima relación del poeta con el río. Para confirmar lo dicho, me remito a una prueba lírica, esta del norteamericano Langston Hughes:
El negro habla de los ríos.
“Yo he conocido ríos: he conocido ríos tan antiguos como el mundo
y más viejos que el flujo de la sangre humana en las venas humanas.
Mi alma ha crecido profunda como los ríos.
Me bañé en el Eufrates cuando eran jóvenes los amaneceres.
Construí mi cabaña cerca del Congo, y el río arrulló mi sueño.
Miré el Nilo y levanté mis pirámides sobre él.
Escuché el canto del Mississippi cuando Abe Lincoln bajó a Nueva Orleans,
y he visto su seno enlodado, volverse todo oro en el crepúsculo.
He conocido ríos: ríos antiguos, oscuros.
Mi alma ha crecido profunda como los ríos”.
El poeta tiene una memoria atávica que evoca los ríos africanos así esté en Luisiana, Georgia o Alabama. Pero el río arrastra en su corriente todo el bien y todo el mal: la vida y la muerte. Así lo recuerda el poeta cubano Nicolás Guillén en su elegía a Emmett Till, un niño negro de 14 años raptado por un grupo de blancos armados, cuyo cuerpo mutilado fue botado al río Mississippi:
“En Norteamérica, la Rosa de los Vientos tiene el pétalo sur rojo de sangre.
El Mississippi pasa ¡oh viejo río hermano de los negros!
con las venas abiertas en el agua, el Mississippi cuando pasa.
Suspira su ancho pecho y en su guitarra bárbara,
el Mississippi cuando pasa llora con duras lágrimas”.
No puede uno menos de evocar con tristeza la sangre inocente que ha corrido por nuestro río Cauca, en Colombia. El río es, pues, confidente, recoge las lágrimas pero también la rabia del poeta que denuncia la esclavitud, el despojo, en fin, la injusticia. Y continúa Nicolás Guillén:
“Pero yo sé que el Plata,
pero yo sé que el Amazonas baña;
pero yo sé que el Mississippi,
pero yo sé que el Magdalena baña;
yo sé que el Almendares,
pero yo sé que el San Lorenzo baña;
yo sé que el Orinoco,
pero yo sé que bañan
tierras de amargo limo donde mi voz florece (…)
y lentos bosques presos en sangrientas raíces.
¡Bebo en tu copa, América,
en tu boca de estaño,
anchos ríos de lágrimas!”
El poeta nacional de las negritudes, Candelario Obeso, ya en el siglo antepasado cantaba con la voz del “Boga ausente” ese desasosiego del pescador que rema sin esperanza.
“¡Qué trijte que ejtá la noche!
¡La noche qué trijte ejtá!
No hay en er cielo un ejteya... ¡Remá, remá!
¡Qué ejcura que ejtá la noche!
¡La noche que ejcura ejtá!
Asina ejcura ej la ausencia... ¡Bogá, bogá!”
Y asimismo, el poeta Agostinho Neto, nacido en Angola hace un siglo, denuncia la esclavitud inveterada en “El llanto de África:
“El llanto de siglos creado en la esclavitud (…)
El llanto de África es un síntoma
En las corrientes de los ríos
o en el sosiego de los lagos (…)”
Como sea, el río es, a manera de cordón umbilical, el lazo que une al poeta con su origen. Si se sabe escuchar, se puede identificar en la corriente el llamado atávico de la selva en su belleza exuberante o acaso en su terrible crueldad.



