(Foto de H. Darío Gómez A.)
Por H. Darío Gómez A.
Este mes se cumplen 130 años de la primera edición
de “La Edad de Oro”, quizá la primera revista infantil de América Latina. Su
redactor, Don José Martí, la fundó en julio de 1889
durante su exilio en Nueva York. Martí, hombre de ideas libertarias y pensador
extraordinario, autor de ensayos políticos que influyeron en la independencia
de su patria (Cuba), tuvo, sin embargo, tiempo para escribirles a los
niños. Demostró con sus buenas letras, para beneplácito de Montaigne,
que el ensayo también es un género literario y por qué no, una forma amena de
relatar la ciencia, la cultura y las antigüedades.
Solo un hombre excepcional como él pudo entretejer su actividad revolucionaria con la aventura de hacer llegar su prosa exquisita a la infancia de un continente en formación. Supo trabajar por el presente dejando sentadas las bases del futuro. Martí fue consecuente con sus mentores intelectuales que, como Waldo Emerson, lo inspiraron para no seguir la senda, sino hacer el camino. Y, en efecto, a sus 36 años dejó un rastro indeleble en la mente infantil con “La Edad de Oro”.
Entre mis tesoros bibliográficos tengo una edición facsimilar de los cuatro primeros números de “La Edad de Oro, publicación mensual de recreo e instrucción dedicada a los niños de América”, esto es, los fascículos de julio a octubre de 1889. Se trata de una publicación de 1989, concebida para celebrar el primer siglo de la revista. No digo cómo llegaron a mí, pues la persona entrañable que me obsequió las revistas en 1992, cuando coincidimos en un Congreso de Servicios Bibliotecarios Infantiles, me hizo prometer que no mencionaría su origen. Es una lástima, porque esa historia también merecería ser contada a los niños de América. Sea como fuere, lo cierto es que Don José Martí sabía cautivar a sus lectores infantiles, de esta manera:
“Para los niños es este periódico, y para las niñas, por supuesto. Sin las niñas no se puede vivir, como no puede vivir la tierra sin luz.”
“Para eso se publica La Edad de Oro: para que los niños americanos sepan cómo se vivía antes, y se vive hoy, en América, y en las demás tierras; y cómo se hacen tantas cosas de cristal y de hierro, y las máquinas de vapor, y los puentes colgantes, y la luz eléctrica; (…) para que el niño conozca los libros famosos donde se cuentan las batallas y las religiones de los pueblos antiguos.”
“Para los niños trabajamos, porque los niños son los que saben querer, porque los niños son la esperanza del mundo”
¿No eran esas letras, acaso, las semillas libertarias sembradas en la mente infantil de Latinoamérica? No es gratuito, entonces, que la figura de Martí sea reivindicada por Tirios y Troyanos. En “La Edad de Oro” los niños podían leer temas tan interesantes como los siguientes: La Ilíada de Homero con dibujos, Cada uno a su oficio, Fábulas de Emerson, la Historia del hombre contada por sus casas, la Historia de la cuchara y el tenedor, la Exposición de París, en fin, las cosas que pasaban en esa esfera tan convulsionada que hoy llamamos mundo. No podía, en consecuencia, dejar pasar esta efeméride sin agradecerle a Don José Martí por la lectura de su “Edad de Oro”.