Portafolio

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jueves, 22 de diciembre de 2016

El loko Quintero



Quienes nacimos en los años sesentas del siglo pasado (expresión que tiene hoy una connotación antediluviana), tuvimos el privilegio de criarnos al arrullo de los Teenagers, los Hispanos y los Graduados, unos conjuntos de música “caliente” que tuvieron algo en común: un cantante loco. El loko Quintero, por buen nombre, Gustavo. Y destaco su auto achacada locura porque en el caso de marras, considero que Quintero, bizarro si se quiere, más que orate fue un hombre de carácter, virtud escasa por estas calendas.

Con el loko (así, con k) nuestra región andina comenzó a despercudirse la pacatería endémica del altiplano, aprendiendo a gozar y a bailar, cómo no, la música sabrosa del caribe colombiano.
Pero la nuestra es además una sociedad clasista. Y lo es de una manera tal, que fue refractaria durante mucho tiempo a la música tropical que consideraba música de negros, ruido de tierra caliente: es decir, música caliente. Y así se quedó. Sin embargo Gustavo, siendo antioqueño, es decir, del interior del país, logró con su carácter desbaratado permear la música caribe en todas las esferas sociales. Hoy resulta impensable una fiesta de fin de año, a cualquier escala, sin la música caliente de los Hispanos o de los Graduados.


Todo ese sobresalto que el loko Quintero contagió en las multitudes, toda esa alegría desordenada, desde la feria de la panela en Villeta hasta el Carnaval de Barranquilla, se debió al hecho simple, acaso insustancial, de que supo despertar al niño que llevamos dentro. Gracias loquito por volvernos a los cachacos menos aburridos, menos graves y trascendentes y más guapachosos.

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