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martes, 7 de abril de 2015

Se murió el papá Noel de los colombianos

(Foto de La silla vacía)

Pero nos dejó de regalo su legado 

“Yo había puesto en mi pecho un letrero que decía: cerrado por demolición. Y aquí me tiene usted pintando las paredes y abriendo las ventanas” 
C. Pellicer


Carlos Gaviria Díaz, o papá Noel, como le decían candorosamente mis hijos, hizo con su ejemplo de vida una cosa muy rara aquí en Colombia: nos recordó que todavía existe en el sector público gente sabia, decente, leal, metódica y coherente. ¿Quién no puede decir que este San Nicolás laico y librepensador (porque a decir verdad era igualito a papá Noel), nos hizo el milagro de devolvernos  la esperanza en la probidad de las instituciones? La justicia social fue, sin duda, la preocupación más urgente del maestro Gaviria Díaz. Y quizá había otra coincidencia de Gaviria Díaz con San Nicolás de Bari, (aparte del parecido físico que ponen de presente mis hijos), en su opción de vida a favor de los desvalidos. Son memorables sus ideas democráticas y filosóficas enmarcadas en el concepto de Estado Social de Derecho, ya desde la cátedra, ya inmersas en sus sabias sentencias, ya en su legado político valiosísimo. 

No en vano, como lo cuentan sus propios hijos en el  homenaje de El Espectador, ellos le decían “el papá”, palabra que involucra el respeto y cariño que sólo se puede profesar por un patriarca sabedor. Si fuera viable clasificar a un hombre por sus pensamientos, en todo caso no cabría, a mi juicio, en la casilla de la izquierda, a veces dogmática y excluyente. El maestro Gaviria Díaz era un espíritu libérrimo. Acaso creía como Bertrand Russell, el gran filósofo inglés, que parte de las dificultades por las que atraviesa el mundo se deben a que los ignorantes están completamente seguros y los inteligentes llenos de dudas. Mejor dicho, estamos en manos de un puñado de irresponsables.

Mas, es lo cierto que se murió en semana santa el papá Noel laico y sabio de los colombianos, y sólo nos queda la responsabilidad histórica de seguir su senda, pero sobre todo, ocurre agradecer su legado, remachado con los clavos dorados del ejemplo. Uno hubiera esperado más expresiones de reconocimiento y gratitud por parte de los medios, pero al fin y al cabo, ya lo decía José Martí: “La gratitud, como ciertas flores, no se da en la altura y mejor reverdece en la tierra buena de los humildes”

Hasta siempre, maestro Gaviria Díaz.

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