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domingo, 17 de diciembre de 2017

No fue hurto agravado, fue un rapto de amor


Redacción El Espectador, 7 de diciembre de 2017 "En Melbourne, Australia, un sujeto ingresó a un local de venta de juguetes sexuales y raptó a la muñeca avaluada en 4.500 dólares. Las autoridades están en búsqueda del individuo"

El mundo está necesitado de amor.  Una verdad de Perogrullo que no tenemos tiempo de asimilar por estar navegando en ese mar espeso e inefable de la virtualidad. Pero cuando apagamos el dispositivo electrónico desaparece como por arte de birlibirloque el grupo de WhatsApp. Y nos quedamos completamente solos, sin amigos, sin un amor que nos comprenda como dice el bolero, es decir, en esa soledad esotérica de la tercera acepción del diccionario RAE: “Pesar y melancolía que se siente por la ausencia de alguien”.  Ya no digamos carentes del cariño paliativo de una mascota, no por falta de disposición sino de espacio, en fin, huérfanos de afecto. 

Son muchas las razones para ser un marginado afectivo: ser pobre, feo, tímido, huraño, qué sé yo, todos los anteriores. Y ante la imposibilidad de acceder al amparo de una Teresa de Calcuta de los servicios sexuales que los provea por piedad (se han dado casos de entrega caritativa dignos de encomio), sólo queda la posibilidad de raptar una novia de hule para no llegar a la desesperación.

A riesgo de teorizar sin fundamento, barrunto que tal fue el caso del australiano que decidió hurtar una muñeca erótica en un negocio de Melbourne. Imagino que el pobre hombre se enamoró de la muchacha elástica de la vitrina del sex shop (acaso fue amor a primera vista) y planeó su delito con más pasión que inteligencia, a juzgar por su burda incursión en la tienda “sexi land”  de donde hurtó a Dorothy, “la muñeca sexual más costosa y famosa de Australia”, según señaló el despacho noticioso. En efecto, los medios de comunicación informaron que el hombre forzó la puerta del local con una cizalla, entró, y en menos de cinco minutos salió con la muchacha plástica en hombros, huyendo en una camioneta blanca. El hecho en sí, el asunto más del corazón que del código penal (aquí no sirve la criminología), quedó registrado en las cámaras de seguridad del sector, por lo que las autoridades esperan dar muy pronto con el amante desesperado.

Yo, francamente, espero que no den con él, al menos hasta que haya tenido la oportunidad de conocer mejor a Dorothy, su adorada novia de hule. En todo caso, si lo pillan, el hombre siempre podrá argüir a su favor, como atenuante, que no se trató de un hurto sino de un rapto de amor, sentimiento que, como se sabe, no tiene precio. Ni siquiera cuatro mil quinientos dólares australianos.

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