Portafolio

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miércoles, 27 de noviembre de 2019

El miedo



Por: H. Darío Gómez A.


Hay miedos metafísicos como los de la obra de Lovecraft, y miedos rales como los que suscitan setenta años de violencia en nuestra dolida patria. Basta leer las paginas rojas del periódico Q'Hubo para entrar en pánico. Todos los días muere gente por atraco, pelea, ajuste de cuentas, en fin, por exceso de fuerza policial, ya no digamos las ejecuciones extrajudiciales, llámeselas como se las quiera llamar. Vivimos con miedo, es verdad, y se entiende, porque estamos a merced de los delincuentes y de una fuerza pública que no es respetada ni querida,  sino temida con justa razón por sus abusos de autoridad, cuando no violencia desmedida o franca alianza con los delincuentes. Pero lo grave del hecho en sí, del miedo, es que no tenemos conciencia de que es una estrategia de dominación del statu quo. ¡Y de qué manera nos lo demostraron los hechos de la semana pasada!, cuando fuerzas oscuras, enemigas del paro, hicieron circular la especie de que hordas de desharrapados, muchos de ellos venezolanos "castrochavistas", cómo no, atentarían contra las casas de los ciudadanos de bien y entrarían a saco para llevarse sus pertenencias, rumores que, en efecto, estuvieron acompañados de conatos de ingreso a los conjuntos residenciales por parte de hampones a sueldo transportados en vehículos oficiales, para aterrar a la gente de bien, incluida mi adorada niña Iné, que me llamó angustiada e impotente porque se estaba entrando la turbamulta al conjunto, lo cual, por fortuna no se materializo (la intención, se sabe, era únicamente generar pánico).

Foucault sostiene en una de sus obras, "Vigilar y Castigar", creo, que por miedo nos sometemos voluntariamente a la vigilancia y control del Estado, para que nos proteja en nuestra vida, honra y propiedad privada; y esa dependencia determina las relaciones de poder, esto es, que renunciamos a la libre expresión y nos aguantamos un gobierno infame con tal de sentirnos protegidos del "extraño que viene a tocar a nuestra puerta" del que habla Sigmund Baumann; sí, hablo del extranjero, del venezolano "castrochavista" con el que nos quiere meter miedo el establecimiento, fomentando así la xenofobia contra un pueblo hermano que nos acogió en el pasado y al cual le debemos solidaridad, tendiendo de esta manera una cortina de humo al desgobierno y deslegitimando la protesta social.

Siendo así las cosas, vivimos en un sistema parecido al panóptico inventado por el utilitarista Jeremías Bentham, resignados a ser vigilados, disciplinados y controlados, con tal de que nos protejan la honra y los bienes, o sea, la propiedad privada. Lo terriblemente irónico del asunto es que, quienes nos protegen, son los mismos que nos están despojando, muchos de ellos aliados con políticos corruptos y delincuentes (cada vez es más difícil establecer la diferencia).

Sin embargo, por lo visto en estos últimos días, la gente ya no está comiendo cuento. Es un buen principio. Entre tanto, que sigan sonando los trastos de la cocina, para que no caigamos en la paila mocha.

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