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miércoles, 31 de diciembre de 2014

A la buena poesía también se llega por la mala poesía

(Mujer rolliza de Botero en el Museo de Antioquia. Foto de H.D. Gómez A.)

(Créditos foto: www.flickr.com)

No recuerdo de quien es la máxima que da título al presente post, pero a mi pariente Rodrigo Peláez y al suscrito nos ha servido de pretexto  para tertuliar (si se admite el verbo) sobre lo cursi. En tal virtud, hemos recitado con mucha prosopopeya los versos de doña Amparo Canal de Turbay, epítome de la cursilería, nomás por el placer mezquino de contrastar sus rimas disparatadas, pongamos por caso, con los párrafos sublimes de un Robert Graves.

En esta ocasión, y por pura falta de oficio en estos días decembrinos, Rodrigo trajo a colación un poemilla encontrado en un recorte de periódico del año 1942, cuando aún había desocupados que comentaban las noticias en verso. Para el caso que nos ocupa, los versos versan sobre un hecho de sangre (muy prosaico, por cierto) producto de los celos.

Transcribo a continuación el aporte de Rodrigo a la tertulia de hoy.


“Darío: este es el poema del que te hablé, si es que puede llamarse poema a este re-cursi esperpento producto de un recursivo poetastro anónimo. 

Los hechos: el lunes 21 de diciembre 1942 Rosa Blandón le rompió en la cabeza un tubo de cemento a su esposo Roque Rozo, porque lo encontró enamorando a una fámula.

Rosa Blandón vs Roque Rozo

-Es mi pasión cual tremulante axioma,
Que con tu esencia virginal empalma…
Vos sos la aeronáutica  paloma
Que cuando Efebo en el zenit asoma
Acuatiza en el piélago de mi alma.

-Para elevar mi frágil existencia
cual astro rey a la región vacía
y alcanzar de tu amor la omnipotencia
deja que el netar de tu casta esencia
perjume mi sectaria anatomía!

-¡Cómo es vusté de fino y de galante!
-No, mi amor. Es que yo, cual el artista
de mente aristotélica y pensante,
bebí mi espiración piedracielista
en las mesmas termopilas del Dante.

Y haciendo así de su elocuencia gala,
Mientras lucía una especial sonrisa
Conquistadora , le arrastraba el ala
Roque Rozo a una fámula rolliza.

Pero cuando se hallaba en la fina
De aquel idilio dulce y cadencioso,
Saltó de una manera repentina
Al escenario la mujer de Rozo.

-¡Ah, maldito infidelio tuntuniento!
-dijo Rosa Blandón- y acto continuo,
con ademán feróstico y violento
le quebró a aquel esposo adulterino
en la cabeza un tubo de cemento.”



Escuchado el anterior poema, concluí que yo tampoco hubiera sido capaz de firmarlo.

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