Portafolio

En este blog encontratás los portafolios de las organizaciones conformadas por ciudadanos activos y participativos que realizan su labor de gestores y actores culturales en la ciudad de Bogotá, Colombia.

martes, 7 de julio de 2015

Un mexicano colombiano le halla parcialmente la razón a Donald Trump


(Cantinflas bailando la canción colombiana "María Cristina")

"México (…) está enviando a gente con un montón de problemas (...). Están trayendo drogas, el crimen, a los violadores (…)” Donald Trump

“No esperes sino veneno en las aguas estancadas” William Blake. La cita, es claro, se aplica a Trump.


Con su ignorancia supina, el inefable magnate del espectáculo asume que todos los americanos desde el río Bravo hacia abajo, pasando por el Caribe y su rosario de islas, hasta las gélidas tierras australes, somos mexicanos. Por su parte, Eugenio Derbez (el comediante mexicano) respondiendo en un acto público llevado a cabo en los Estados Unidos a los señalamientos de Donald Trump, afirmó con su humor característico, que el tristemente célebre millonario “piensa que cada latino en este país es mexicano. Él (Trump) cree que hay diferentes clases de mexicanos. Los mexicanos colombianos, mexicanos puertorriqueños, mexicanos dominicanos (…)”  Y aunque parezca un chiste, quizás Trump tenga razón en su percepción de que todos los latinoamericanos somos mexicanos. México es, en efecto, nuestro indiscutible referente cultural. Su música, su literatura, su extraordinaria industria cinematográfica, su gastronomía, sus mariachis (resulta inconcebible una serenata sin ellos), así como sus telenovelas y doblajes han marcado la vida de cuatro generaciones de americanos.

Por supuesto no vale la pena referirse a la torpe generalización de Trump sobre nuestra virtual condición de ilegales, ladrones, narcotraficantes y violadores, porque con el mismo razonamiento que reduce a esquemas la diferencia, podríamos decir que todos los norteamericanos (incluyendo, cómo no, a los pobres canadienses), son intervencionistas, drogadictos, genocidas y torturadores. Y ninguna de las dos premisas es cierta.

Nos queda, entonces, nuestra condición de mexicanos.

Yo, personalmente, como mexicano colombiano no concibo mi infancia sin la presencia de Tin Tan, Cantinflas o Chespirito. Los doblajes de las series norteamericanas son creíbles sólo en las voces mexicanas que, las más de las veces, superan las originales de los actores doblados. Podría afirmarse asimismo que, tanto la música ranchera o norteña, como los boleros interpretados por sus bellas cantantes acompañadas de las orquestas de Luis Arcaraz, Rafael de Paz o Juan García Esquivel, sirvieron de leitmotiv para enamorar a nuestros abuelos. Y ni qué hablar de sus escritores que nos han deleitado e instruido con sus buenas letras. O de sus estupendas bandas contemporáneas como Maná y Molotov. Los mismos Tigres del Norte. Con esta mirada integradora todos los americanos, incluso los del norte, seríamos mexicanos. 

Como sea, tenemos mucho que agradecerle a la patria de Rulfo, de Arreola, de Paz, de Carlos Monsiváis, de Fuentes, de Elena Poniatowska, de José Emilio Pacheco, de Frida, de Diego, del inmenso Agustín Lara, de Toña la Negra, de Javier Solís, de Pedro Infante, de José Alfredo Jiménez, de Antonio Aguilar, de Alicia Juarez, del Indio Fernández, qué sé yo, hasta de la bella Angélica María, la novia de Mexico (o sea de América Latina). Desde luego el asunto también ha funcionado al contrario. La influencia de los demás países latinoamericanos ha marcado con tinta indeleble la cultura mexicana: el bolero antillano, la cumbia colombiana, el danzón cubano, el tango argentino, por citar sólo cuatro ejemplos.

Quién quita que un día Donald, el “red neck”, con toda su parafernalia de estulticia, amanezca siendo mexicano. Entre tanto, como dijo Derbez: “recuerde, señor Trump, que quienes cocinan sus alimentos en cualquiera de sus restaurantes predilectos pueden ser mexicanos”. Desde Alaska hasta la Tierra del Fuego.

No hay comentarios:

Publicar un comentario