Portafolio

En este blog encontratás los portafolios de las organizaciones conformadas por ciudadanos activos y participativos que realizan su labor de gestores y actores culturales en la ciudad de Bogotá, Colombia.

lunes, 11 de mayo de 2020

En algún momento habrá que pagar.





Ruinas de la casa de los ferroviarios en la Estación de la Esperanza (Cund.) Foto de H. Darío Gómez A.



El confinamiento obligatorio de este tiempo extraño nos ha permitido valorar los oficios cotidianos. Las horas se nos van en ejecutar labores para satisfacer las necesidades físicas más elementales. Pelar cebollas y picar unos ajos para hacer el arroz, por ejemplo, nos puede llevar media mañana, como quiera que son tareas que requieren tanta habilidad y concentración como la redacción de un memorando estratégico en la oficina. Sin embargo, por la desviación del oficio somos capaces de sacar los costos del picadillo en cuestión, en términos del precio de cada hora invertida en esa labor por un profesional bien cotizado. La productividad ante todo.

Sea como fuere, lo cierto es que los oficios diarios de la casa nos permiten pensar en la vida, hacer balances y programar el pago de las deudas aplazadas, ya no digamos los servicios públicos y la tarjeta de crédito que el banco, siempre mezquino, nos recuerda con sutileza digna de mejor causa, sino las deudas de la existencia, aquellas que hemos venido acumulando y aplazando durante años. Hablo, entre otras, de las deudas de gratitud que nos recuerda la conciencia, esa contabilista rigurosa que tiene registrados todos los saldos a nuestro cargo, como también tiene resaltadas en rojo las notas débito de nuestros excesos, soberbias, vanidades, tiempo negado a nuestros amados y a veces, cómo no, nuestra falta de generosidad o de solidaridad. Porque es un hecho que algún día todos tendremos que pagar por nuestras acciones y omisiones. Con todo, no podemos menos de prepararnos para pagar las deudas de la vida cuando llegue el vencimiento, sin necesidad de requerimiento para ser constituidos en mora.

Sé que es una reflexión por demás rara, pero tengo que afirmar a mi favor que en este tiempo que nos ha tocado todo es extraordinario, y además la lectura del Eclesiastés, de corte claramente existencialista, me recordó que “no hay nada nuevo bajo el sol” y que muy probablemente, si salimos vivos de este encierro, volveremos a aplazar indefinidamente lo importante para atender lo urgente, es decir, las cuentas de servicios públicos y las obligaciones bancarias que en algún momento habrá que pagar.

H.D.G.A.

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